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Vegetales conservados en frascos de vidrio. Foto: IMEO.

Cuando por distintas razones no están disponibles o escasean en el mercado algunos comestibles de nuestra dieta habitual, o sus precios alcanzan niveles astronómicos porque se reduce su oferta o aumenta su demanda, siempre hay opciones alimentarias saludables, accesibles y económicas, aseguran los expertos.

La situación del mundo está cambiando, generando situaciones que, hasta hace poco, eran difíciles de imaginar ¿Que ocurriría si faltaran algunos productos que forman parte de nuestra dieta habitual o su precio “se pusiera por las nubes”?

Expertos en nutrición saludable explican qué alimentos no perecederos podemos almacenar ante una posible carestía.

Cuando se reduce temporalmente la variedad de los alimentos que tenemos a nuestras disposición, lo primero es evitar caer en “tentaciones gastronómicas” poco saludables aunque pueden resultar más económicas, señalan desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

TENTACIONES DESACONSEJABLES.

“Tanto en épocas de abundancia, como de escasez de ciertos alimentos, existe el riesgo de optar por aquellos productos menos saludables que suelen estar en oferta y que se venden en grandes cantidades o en lotes de varios paquetes”, advierten desde este centro europeo (https://imeoobesidad.com).

Algunos productos, sobre todo procesados, que pueden permanecer disponibles en los momentos de desabastecimiento o escasez, son desaconsejados porque en algunos casos podrían perjudicar la salud en vez de favorecerla, si se consumen en exceso, apuntan.
En esta categoría entrarían algunos chocolates, productos de pastelería industrial, postres lácteos y helados, embutidos y carnes saladas, licores y alcoholes como la cerveza o el vino, “en su inmensa mayoría, productos con altas concentraciones de azúcar, grasas y harinas refinadas, siendo muy calóricos”, recalca la nutricionista clínica del IMEO Carmen Escalada.

Surtido de alimentos saludables en la despensa. Foto: IMEO.

Además, estos productos son muy sabrosos e incluso pueden ser “adictivos” lo que dificulta que los consumamos en una cantidad y con una frecuencia adecuadas. Su consumo excesivo puede aumentar el riesgo de patologías como el sobrepeso, la diabetes o la hipertrigliceridemia, apunta esta experta.

La tentación de un consumo en exceso es aún mayor en caso de los productos de pastelería, incluidas las galletas, que forman parte del desayuno y la merienda de muchos escolares, debido a que se venden en ofertas tipo “dos o tres por uno”, lo cual incita a ingerir una mayor cantidad que la recomendada, produciendo un mayor aporte calórico, añade.

“Su consumo habitual se desaconseja porque son alimentos ricos en azúcares sencillos que aumentan el riesgo de resistencia a la insulina, diabetes y caries dentales; y porque están elaborados con grasas saturadas y ‘trans’, las cuales están relacionadas con enfermedades cardiovasculares como la hipercolesterolemia o la hipertensión”, argumenta Escalada.
Señala que “algo similar ocurre con los postres lácteos y helados, que son muy ricos en azúcares y grasas lácteas con un contenido elevado de ácidos grasos saturados”.

“Por ello, sustituir lácteos de calidad como la leche, los yogures naturales, el kéfir o algunos quesos, por natillas, ‘mousses’, conos de helado, ‘tiramisús’ o batidos de fabricación industrial, aumentará nuestro riesgo de padecer sobrepeso y obesidad, diabetes y otras dolencias”, avisa la nutricionista.

Alimentos salados como las carnes ultraprocesadas y los embutidos (mortadela, ‘chopped’, salchichón) o fiambres como el pavo o algunos tipos de ‘jamón york’, incluyen grasas saturadas y almidones que aumentan el aporte de calorías y de colesterol LDL y con ello el riesgo de ateroesclerosis, además de presentar un alto contenido en nitratos y nitritos, según Escalada.

“Estas dos sales que se usan para evitar la proliferación de ciertas bacterias, alargar la vida útil y aumentar la seguridad del producto, han sido relacionadas a largo plazo con el riesgo de ciertos tipos de cáncer como el colorrectal”, señala Escalada.

Añade que el consumo de licor, cerveza y vino debe ser ocasional, ya que estas bebidas aportan muchas calorías pero no nutrientes, lo que favorece la ganancia de peso y la desnutrición.

“Se suelen beber con refrescos o zumos que al contener abundantes azúcares pueden aumentar el riesgo de resistencia a la insulina, e incluso de adicción, si su consumo es habitual”, explica.

Mujer comprando alimentos enlatados en el ‘super’. Foto: IMEO.

PRODUCTOS MENOS PERECEDEROS.

Consultada sobre qué alimentos podríamos almacenar en nuestra despensa en previsión de que escaseen, Escalada señala que la disponibilidad de algunos productos derivados del trigo, el maíz y la cebada como el pan o la pasta, podría verse afectada por la guerra en Ucrania, país considerado como uno de los “graneros del mundo”.

“Por ello, puede ser recomendable almacenar varios paquetes de harina integral de trigo o maíz con la que se podrían elaborar pan o ‘arepas’, si escaseasen o su precio subiese mucho. También pueden ser útiles los ‘biscotes’ (pan tostado) integrales, ya que su vida útil es mucho más larga”, asegura Escalada.

En lugar del aceite de girasol, cuyo precio ha aumentado, al igual que de aquellos productos que lo usan como ingrediente (platos preparados, galletas, pastelería o mayonesas), se puede recurrir a otros óleos como los de oliva, de soja o de colza, según esta nutricionista.

A la hora de elegir alimentos que estén disponibles en el mercado para consumirlos en reemplazo de aquellos que faltan o escasean en ese momento, Escalada recomienda tener siempre en cuenta que los productos frescos o mínimamente procesados, tienen una mayor calidad nutricional que los productos ultraprocesados.

 

Asegura que “un producto procesado que puede ser muy útil son las verduras y hortalizas en conserva o congeladas, que pueden almacenarse durante largas temporadas”.
“Esto nos permitiría, en caso de escasez, que los vegetales sigan ocupando la mayoría de nuestros platos y que, con ello, nuestra salud no se vea resentida”, destaca.
Por otro lado, la falta de granos suficientes para alimentar el ganado, podría hacer que los productos lácteos y cárnicos vean multiplicado su precio o incluso escaseen, según Escalada.

“Ante un posible desabastecimiento de leche podemos comprar leche en polvo, la cual mantiene el valor nutritivo de la leche normal, pero que al haberle retirado el agua, es mucho menos perecedera y se puede conservar sin refrigeración”, sugiere.

Alimentos congelados, almacenados en recipientes plásticos. Foto: IMEO.

Este tipo de leche tiene además numerosos usos, tanto si es reconstituida añadiéndole agua como si la agrega directamente en forma de polvo, en preparaciones culinarias para conseguir una mejor textura y emulsión, como panes, salsas o cremas, señala.

“Por otro lado, la escasez o subida de precio de las carnes se puedes compensar con la compra de otros alimentos ricos en proteínas y fáciles de conservar durante largas temporadas como las legumbres, tanto crudas como ya cocidas, y los pescados y mariscos enlatados en conserva”, sugiere.

“En el caso de los pescados es preferible que sean enlatados al natural, en lugar de aquellos que vienen conservados en aceites o salsas, cuyo aporte calórico aumenta a la vez que se reduce su valor nutritivo”, concluye Escalada.

Daniel Galilea.
EFE Reportajes

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