
Pocos saben que Haruki Murakami regentó durante años un club de jazz en Tokio, llamado Peter Cat, antes de dedicarse a tiempo completo a la escritura. ‘Retratos de Jazz’, todo lo que has querido saber sobre Murakami y el jazz, contado por el propio autor, eterno candidato al Nobel de Literatura y uno de los autores más leídos en todo el mundo.
Quienes hayan leído a Murakami saben bien que la música es un elemento imprescindible en la narrativa del escritor japonés. Le apasiona la música de todo tipo, pero más si es jazz, blues, clásica, folk, o rock, un elemento imprescindible en su escritura, que toma familiarmente, como muchos de nosotros escuchamos música en nuestra vida diaria.
El propio Murakami refiere en sus entrevistas que sus novelas poseen una fuerte influencia musical, especialmente del jazz. Tan íntima es esta vinculación -escritura y jazz- que incluso algunos han acertado en decir que su obra “más que leerse, se escucha”.
De esta pasión por el jazz sale ahora Retratos de Jazz (Tusquet, 2025) un texto compuesto por cincuenta y cinco retratos de músicos que van acompañados de una ilustración del pintor japonés Makoto Wada y de un comentario sobre un álbum de cada artista.

Cada capítulo se convierte en una historia, en un fragmento de memoria autobiográfica, y hasta de consejos a la hora de escuchar a un intérprete, o en sus descripciones de los músicos, y su época. Una figura importante para Murakami fue Stan Getz, el famoso saxofonista pero por el libro desfilan desde el mítico Chet Baker hasta Ella Fitzgerald, y figuras como Billie Holiday, Duke Ellington, Bill Evans o Art Pepper.
“Nada me haría tan feliz como hacerle sentir también al lector parte del placer que yo experimento cuando el tocadiscos se pone en marcha, la aguja de este cae sobre uno de mis viejos elepés de jazz y, cómodamente arrellanado en mi poltrona, escucho la música que se disemina en el aire, al calor de mi madriguera.”
Amante del jazz, esta pasión le viene de antiguo. Cuenta Haruki Murakami (Kyoto,1949) que cuando cumplió 15 años, en 1964, le regalaron unas entradas para un concierto de jazz en Kobe. “Me quedé atónito. Nunca había escuchado una música tan increíble”. Aquel primer encuentro con el género, le marcaría la vida por completo, la música ha sido una constante y, es más, según él mismo, le enseñó a escribir.
Diez años después, el ahora célebre escritor y su esposa abrieron un pequeño bar en Kokubunji, una de las ciudades al norte de Tokio, llamado Peter Cat, (el nombre de su gato) donde cada día este melómano empedernido, pinchaba música jazz de su propia colección de vinilos, entonces unos 3.000 (ahora alcanza los 10.000) que funcionó hasta 1981.
“Trabajé duro, ahorré dinero, pedí muchos préstamos a amigos y familiares y poco después de dejar la universidad abrí un pequeño club de jazz en Tokio”.

Como es de imaginar el joven Murakami estudiante de Literatura (como lo fueron sus padres, profesores de Lengua y Literatura), hacía de todo. Además de servir bebidas y comida y recoger las mesas, pinchaba sus discos favoritos, en especial jazz de los años 50. Por la noche, tras cerrar el pub, se quedaba escribiendo en la mesa de la cocina hasta que salía el sol.
En Retratos de Jazz, el lector tendrá la sensación de haberse sentado a una de las mesas de aquel local mientras el propio Murakami cuenta, en un tono confidencial, cercano y entusiasta, todo tipo de anécdotas de las canciones y vivencias de aquella época.
“Servíamos café durante el día y bebidas por la noche. También servíamos algunos platos sencillos. Teníamos discos sonando constantemente y músicos jóvenes tocando jazz en vivo los fines de semana. Seguí así durante cinco años. ¿Por qué? Por una sencilla razón: me permitió escuchar jazz desde la mañana hasta la noche.”
Un escritor que causa pasión y rechazo
Fue precisamente con una obra como Tokyo Blues, a finales de los ochenta, cuando un joven y desconocido Harini Murakami obtuvo su primer éxito en el mercado internacional, que se tradujo a más de 40 idiomas y hasta tuvo una adaptación cinematográfica.
Desde entonces, el escritor japonés más famoso del planeta que abarca diferentes géneros: novela, ensayo, o relato corto, ha llegado a varias generaciones de lectores de muy distintas procedencias, pasando en apenas dos décadas de ser autor de culto a autor de ‘best seller’.

Pero este hombre tranquilo, es de los pocos autores que no le ha preocupado mucho haber dado ese difícil salto de ser un escritor de prestigio, selecto, de pocos, a ser un autor para todos los públicos, de ventas millonarias, el perfecto autor de best-sellers, que dieron el salto inverso, de “autor de culto y de masas”.
Sobrevalorado para muchos, que recelan de un autor volcado en la literatura fácil, es para otros un escritor de indudable influencia en el mercado literario desde hace décadas, todo un fenómeno editorial de masas por el que vale la pena esperar colas infinitas en las librerías ante cada una de sus publicaciones.
Literatura pensable en términos musicales
Hablar de jazz es hablar de improvisación; pero para que ésta sea posible uno debe conocer el lenguaje musical y es esto lo que le permite a Murakami escribir frases improvisadas. Sus palabras van como hiladas a notas musicales, mantienen el ritmo, interpretan una melodía.
Murakami controla la pluma a su antojo y, con los mismos tonos irreverentes de las piezas del jazz, se convierten en una excusa para resaltar la absurdidad de lo normal, revisándola después como si fuera una composición musical, una forma de trabajar, aprendida de las improvisaciones de músicos de jazz.
El estilo sencillo y directo de Murakami posee sin embargo, un ligero toque intimista, mágico, donde combina lo surrealista y lo popular con rasgos de humor Es melódico y conmueve al lector. Cada una de las palabras tiene su significado, no usa nada en vano.
A sus 76 años, este hombre sencillo y reflexivo, sigue sin salirse de sus rutinas.
Inalterablemente cotidiano, se considera un funcionario de la escritura: “escribo mis diez páginas a diario como cualquier persona que ficha a la entrada y a la salida del trabajo.”
El autor de la trilogía 1Q84, (tres tomos publicados en homenajea a la obra Orwell), encarna el prototipo de escritor solitario y reservado; se considera extremadamente tímido y siempre subraya que le incomoda hablar de sí mismo, de su vida privada, pero no mientras escribe y reflexiona. Por ejemplo ha confesado ( en ‘De qué hablo cuando hablo de escribir’) que cuando comenzó a escribir en japonés le bloqueaba la responsabilidad de redactar en un idioma que conocía perfectamente y por tanto le exigía un mucho nivel, con un lenguaje culto y elevado.
Pues bien, ante aquella barrera psicológica, paralizante, de no llegar a dar la talla, se le ocurrió, a modo de reto también, escribir en inglés, una lengua que no dominaba como la suya y que le llevaría a escribir con frases más simples y palabras sencillas, dando como resultado un texto de una simpleza enternecedora, precisamente, una de las claves de su éxito.
Amalia González Manjavacas
EFE – REPORTAJES