Vivimos rodeados de vegetales y muchas personas los consideran como elementos decorativos o reductores del estrés. Aunque no tienen cerebro ni se mueven como nosotros, las plantas pueden aprender, recordar, comunicarse, reconocer a sus iguales, evaluar riesgos y tomar decisiones e incluso tienen ‘personalidad’.
“A pesar de que vivimos rodeados de plantas, el reino vegetal sigue siendo un misterio y, aunque las plantas no tengan cerebro ni se muevan como nosotros, la ciencia de vanguardia está revelando descubrimientos sorprendentes sobre ellas”, explica el científico e investigador español Paco Calvo.
Catedrático de Filosofía de la Ciencia, director del Laboratorio de Inteligencia Mínima (MINT Lab) de la Universidad de Murcia (sureste de España), Calvo es un experto internacional en inteligencia vegetal.
“Durante siglos hemos estudiado la influencia de las plantas en nuestro entorno, pero seguimos reduciéndolas a ser un mero elemento decorativo en nuestras frenéticas vidas”, señala este especialista, autor del libro ‘Planta sapiens’, junto con la escritora, ilustradora e historiadora de la ciencia, Natalie Lawrence.
Pero la ciencia ha revelado que “las plantas tienen una inteligencia secreta, gracias a la cual pueden aprender, recordar, comunicarse, reconocer a sus iguales, evaluar riesgos y tomar decisiones”, e incluso “tienen algo que bien podríamos definir como personalidad”, destaca Calvo.
Este investigador estudia desde hace años la inteligencia vegetal realizando estudios experimentales “en la intersección de la neurobiología vegetal y la ciencia cognitiva”, realizados con las tecnologías más avanzadas y que nos invitan a pensar en la naturaleza de una manera radicalmente distinta.
“Estamos empezando a descubrir casos en los que las plantas parecen tener la capacidad de almacenar información y usarla para hacer predicciones, aprender, e incluso planificar por adelantado y, tal vez sea así, pero es complicado llegar al fondo de tales proezas”, explica este investigador.
Lavatera: la ‘adoradora’ del sol.
Calvo pone como ejemplo de estos descubrimientos “una humilde florecilla llamada «malva» o «panecillo», “Lavatera cretica” para los botánicos”. Es una planta heliotrópica a la que le gustan las regiones alpinas de los climas cálidos del sur de Europa y norte de África, pero que también encontramos en los jardines de países más fríos.
Explica que “hay muchas plantas ‘heliotrópicas’, lo cual significa que siguen los movimientos del sol a lo largo del día, como los girasoles jóvenes”.
La pequeña “Lavatera”, a lo largo del día, gira sus hojas para seguir al astro, maximizando la cantidad de luz que captan y, durante la noche, se giran en dirección a la salida del sol antes de que se produzca, describe Calvo.
“No es que las hojas vuelvan a la misma posición en que estaban al principio del día anterior. Lo más asombroso es que esta planta puede guardar información acerca de por dónde aparecerá el sol durante varios días, incluso en ausencia total de luz solar”, enfatiza.
“Las plantas de `Lavatera´ recluidas a oscuras en el laboratorio pueden predecir de forma adecuada la dirección del alba, girando con diligencia las hojas hacia el sol ausente cada noche”, apunta.
“Esta planta consigue hacer algo que podría ser indicio de algo parecido a la inteligencia, al estar relacionado con el procesamiento de información como el que llevan a cabo los sistemas nerviosos, y lo hace sin usar nada que podamos asociar con un cerebro”, según explica este investigador.
Mimosa: reacciona al tacto.
Calvo describe algunos experimentos u observaciones caseras, que nos permiten observar la conducta vegetal y, a partir de dicha observación, inferir la inteligencia de una planta en un intervalo de tiempo suficientemente breve, enfocándonos en su parte área, ya que sus raíces, donde ocurren fenómenos muy interesantes, no las podemos observar sin equipo de laboratorio adecuado.
Señala que podemos experimentar con la planta “Mimosa púdica”, la cual pliega sus hojas al contacto (al tocarlas), algo que puede verse a ‘ojo desnudo’, sin necesidad de filmarla, para luego visionar la grabación a cámara rápida (‘timelapse’), como sucede con algunas observaciones científicas.
Según Calvo, podemos someter a la ‘Mimosa’ a un proceso de habituación, que es la forma de aprendizaje más básica.
Este experimento consiste en presentar a la planta de forma repetida un estímulo, que en principio desencadenaría la respuesta de plegamiento foliar, como tocar sus hojas, tras lo cual, podrá observarse como la planta deja de plegarse, “es decir se habitúa”, de acuerdo a este científico.
También se puede poner a esta planta en una campana de cristal junto con un algodón impregnado en anestésico (cloroformo). Pasado un tiempo, la planta se ‘dormirá’.
Cuando el anestésico ha hecho su efecto, la “Mimosa” dejará de plegarse al contacto, pudiendo apreciarse más tarde cómo la planta ‘recupera’ su sensibilidad cuando se ha pasado el efecto de la anestesia y vuelve a plegarse al ser tocada, según explica Calvo.
Daniel Galilea.
EFE – Reportajes