Prepárate para desembarazarte de toda clase de adornos y recuerda que “menos es más”. La monocromía es esencial en la tendencia, frente a estampados o explosión cromática y colores ácidos se confeccionan prendas en las que reina solamente un color, con el objetivo de llamar la atención sobre los cortes, consiguiendo a la vez mantener el equilibrio perfectamente.
Menos es más. Ya el científico alemán Albert Einstein llamó la atención sobre este hecho: “Todo debería hacerse de la manera más sencilla posible”, filosofía germánica que caló en arquitectura e interiorismo en la década de los años 60 de la mano de Mies van der Rohe, aunque no fue hasta los 90 que modistos de la talla de Calvin Klein, Donna Karan o Michael Kors, adoptaron el término para definir una ropa de inspiración “sportwear” desposeida de todo aderezo.
Una tendencia que arrasó en los noventa, tras los excesivos y excéntricos años ochenta, plagados de maxi joyas, pelos cardados, zapatos de tacón imposible y abuso cromático y de estampados.
El minimalismo ofrecía la antítesis del barroquismo: pureza de líneas, cromatismo neutro, paleta sobria, cortes de geometría básica, tejidos naturales… En resumen desnudaba nuestro atuendo a lo esencial.
Despojar de nuestro “look” lo sobrante reduciendo nuestros “outfits” a lo imprescindible. El tándem blanco-negro es el rey absoluto del minimalismo, aunque también se utilizan sobremanera el gris y el beige.
SÍ A LA MONOCROMÍA.
La monocromía es esencial en la tendencia, frente a estampados o explosión cromática y colores ácidos se confeccionan prendas en las que reina solamente un color, con el objetivo de llamar la atención sobre los cortes, consiguiendo a la vez mantener el equilibrio perfectamente.
Los estampados se destierran definitivamente al exilio en el minimalismo triunfando la sobriedad y austeridad de tejidos y colorido. Todo se desliga de lo superfluo. Se trata de la templanza en guerra con la pasión. De dejarse ver por encima de lo que llevamos puesto.
Este estilo, que en los noventa se convirtió en sinónimo de elegancia y en el “look” favorito de las mujeres neoyorkinas, vuelve con la fuerza de antaño, como cuando la diseñadora estadounidense Donna Karan presento, en 1985, sus revolucionarias “seven easy pieces”. Y es que el sentido práctico de la Karan, una de las pioneras en adoptar y dotar de popularidad al minimalismo, es ya legendario.
Sus colecciones se componen de exquisitas prendas que coquetean con aires deportivos, confeccionadas en telas tecnológicas, algodones y lanas y donde el negro, blanco o azul marino luchan por conseguir el absoluto protagonismo.
ACTITUD RENOVADA.
El minimalismo en ese momento se convirtió más que en una tendencia pasajera en una actitud renovada respecto a la manera de vestirse.
Pero si alguien contribuyó a la expansión del minimalismo ese fue Calvin Klein, quien confiesa que le inspira solamente “cierta clase de pureza exenta de todo artificio”.
Sus prendas lucen tintes “sportwear” en el marco de la tradición del lujo americano: pantalones tipo chinos holgados y unisex, camisas blancas, vaqueros, camisetas de algodón en los colores rey ( blanco o negro), sobrecamisas o blazers que destacan por su austeridad tanto de cortes como en la paleta de colores.
Él fue el responsable de lanzar a la modelo hoy convertida en icono, Kate Moss, su musa durante la época dorada de “CK”, a la que presentaba en sus comerciales desprovista de maquillaje, despeinada y con vaqueros y simples camisetas blancas. Un sí a la naturalidad.
Una moda en la que se cuidan al máximo los detalles, cortes, costuras…. Sus tejidos favoritos, son el punto frío, el punto de seda, la gasa o algodón.
Prepárate para desembarazarte de toda clase de adornos y recuerda que “menos es más”. Por: Beatriz Rojo Polo. Imágenes: EFE