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El layering tiene su origen en la estética recargada de los 90. Foto cedida por Tanya Reut

 

Vestir en capas nunca fue tan sofisticado. El `layering´, término con el que la moda define la superposición de prendas, se ha consolidado como una de las fórmulas más interesantes de la temporada. Si bien marcó los estilismos de los 90 y los 2000, ahora vuelve a la escena pisando con fuerza.

Lo que en sus orígenes era un recurso práctico para combatir el frío ha evolucionado hasta convertirse en un manifiesto de estilo que atraviesa décadas, pasarelas y culturas. Hoy, la moda recupera esta estrategia y la eleva a categoría de tendencia, conjugando funcionalidad, creatividad y un aire cosmopolita que responde al espíritu del momento.
El “langenlook” de los 90 como origen.
El `layering´ consiste en vestir con varias capas de ropa visibles, combinando tejidos, cortes y longitudes para crear un efecto visual dinámico. En los años cincuenta y sesenta, la diseñadora estadounidense Bonnie Cashin fue una de las primeras en explorar esta técnica, inspirada en su infancia y en un deseo de aportar versatilidad a las prendas.
Cashin trabajó con materiales como cuero o mohair y defendió la idea de que la ropa debía adaptarse a la vida urbana moderna.

 

Consiste en superponer varias prendas, permitiendo que todas se vean al mismo tiempo. Foto cedida por Studio Ace

Más tarde, en los años noventa, el movimiento alemán conocido como `lagenlook´ recuperó el concepto y lo convirtió en un estilo propio: capas fluidas, siluetas desestructuradas y un aire bohemio que marcó a toda una generación.

El término `lagenlook´, que en alemán significa literalmente “estilo en capas”, nació en la década de los años ochenta y se consolidó en los noventa como una corriente estética que proponía vestir con múltiples prendas superpuestas, largas y holgadas.

Lejos de la silueta entallada que dominaba entonces, esta tendencia defendía la libertad de movimiento, el juego con los volúmenes y un aire bohemio que conectaba con la búsqueda de individualidad. Marcas alemanas e italianas especializadas en esta corriente, como Rundholz o OSKA, desarrollaron un lenguaje propio que todavía hoy mantiene adeptos.

Suele jugar con jerséis o cazadoras de escote pronunciado y camisetas de cuello redondo que colocadas debajo estratégicamente. Foto cedida por Cottonbro

 

Sus capas fluidas y superpuestas no solo respondían a la creatividad, sino también a un sentido práctico: las prendas se podían combinar de múltiples maneras, prolongando la vida útil de cada pieza. Este espíritu, que mezclaba comodidad y experimentación, se percibe hoy como un antecedente directo del `layering´ contemporáneo, más pulido y adaptado a la estética global actual.
Paralelamente, diseñadores como Rei Kawakubo o Martin Margiela llevaron el `layering´ a un terreno experimental, con propuestas deconstruidas y volúmenes inesperados.
Una tendencia que se transforma.
El `layering´ ha tenido distintos significados a lo largo del tiempo. Durante la Revolución Industrial, fue sinónimo de necesidad: se usaba ropa en capas para protegerse del frío. Décadas después, en manos de la moda de vanguardia, se convirtió en un lenguaje estético que cuestionaba la silueta clásica.

 

Es una tendencia que forma parte del maximalismo. Foto cedida por Samuel Otomayo

Hoy, su popularidad se explica por la búsqueda de autenticidad y por el atractivo de un vestir que permite múltiples lecturas en un mismo conjunto.
La reciente Semana de la Moda de Sídney confirmó esta tendencia como una de las más fuertes: faldas midi sobre pantalones, vestidos lenceros combinados con camisas masculinas o chaquetas superpuestas a chalecos, construyeron una narrativa fresca y contemporánea.
Cómo se lleva en 2025.
El `layering´ de esta temporada se aleja de la idea de acumulación y apuesta por la armonía. La clave está en la proporción y el equilibrio: jugar con volúmenes, texturas y colores sin caer en la saturación.
Las transparencias son protagonistas. Firmas como Chloé o Dior han mostrado cómo capas de tul, organza o gasa se convierten en veladuras que suman feminidad y ligereza a vestidos o trajes de corte rígido.
También se populariza la combinación de prendas de distinta longitud: un abrigo extralargo sobre un vestido mini o un jersey recortado sobre una camisa de popelina.
Los tonos neutros —beige, gris, negro, azul marino— son los más habituales, pues permiten que las capas dialoguen sin restarse protagonismo, mientras que algunos diseñadores introducen pinceladas de color intenso, como rojos o verdes esmeralda, para romper la sobriedad.
Referentes culturales y mediáticos.
El `layering´ no es solo territorio de pasarelas. El estilo urbano lo ha abrazado con entusiasmo. Celebridades como Jennifer Lopez o Kendall Jenner han sido vistas combinando sudaderas con camisas de popelina y abrigos estructurados, un ejemplo de cómo la tendencia puede adaptarse a contextos cotidianos.
Las redes sociales también han democratizado esta forma de vestir. TikTok y Instagram muestran miles de propuestas en las que jóvenes estilistas juegan con chalecos, faldas sobre pantalones y camisetas superpuestas con vestidos, reforzando la idea de que el `layering´ es un recurso accesible y personalizable.
Claves para dominarlo.
El éxito del `layering´ reside en aplicar ciertas reglas implícitas:
Equilibrar proporciones: una prenda amplia con otra ajustada evita el exceso de volumen.
Cuidar la paleta: tonos similares generan armonía, mientras que un color vibrante en una de las capas aporta contraste.
Combinar texturas: lana con seda, algodón con cuero, terciopelo con gasa, para crear profundidad visual.
Jugar con las longitudes: las capas deben mostrar un escalonamiento claro, visible en mangas, bajos y cuellos.
Usar cinturones o fajines: permiten definir la silueta y evitar que el conjunto parezca desordenado.
MARÍA MUÑOZ RIVERA.
EFE REPORTAJES

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