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Olivia Rodrigo es la joven promesa del pop. EFE/EPA/Helle Arensbak DENMARK OUT

Con solo 22 años, Olivia Rodrigo ha logrado lo que muchas artistas tardan décadas en conseguir: tres premios Grammy, dos álbumes número uno en Estados Unidos y más de 45 millones de oyentes mensuales en Spotify. Su voz ha trascendido las listas de éxitos para convertirse en banda sonora emocional de una generación.

No necesita pirotecnia ni cambios de vestuario espectaculares. Olivia Rodrigo conquista desde otro lugar: el de la emoción sincera, la rabia juvenil y las canciones que parecen escritas con tinta del diario íntimo.

De actriz en Disney a fenómeno global.

A sus 22 años, Olivia Rodrigo ha vivido varias vidas. Comenzó como actriz en Disney, pero fue su incursión en la música la que la lanzó al estrellato internacional. En enero de 2021, su canción “Drivers License” se convirtió en un fenómeno sin precedentes.

Más de 80 millones de reproducciones en una semana en Spotify, número uno en 48 países y una marea global de adolescentes —y no tan adolescentes— que encontraron en ella el desahogo perfecto para un corazón roto.

La artista paga sesiones de terapia para toda su banda. EFE/EPA/JILL CONNELLY

 

El álbum que vino después, “Sour”, fue aclamado tanto por la crítica como por el público. Rodrigo demostró que no era un fenómeno pasajero, sino una compositora con un registro propio e influencias claras (desde Taylor Swift hasta Alanis Morissette).

Con “Guts” (2023), confirmó su evolución: una obra más compleja, con sonoridades que oscilan entre el pop rock y el indie alternativo, letras que hablan de inseguridades adultas y una voz más segura de sí misma.

Una artista que cuida de su equipo: sesiones de terapia para todos.

Más allá del escenario, Rodrigo ha sorprendido también por decisiones poco habituales en la industria. Durante su gira internacional, cubrió los costes de sesiones de terapia para todo su equipo técnico y artístico, incluidos músicos, conductores y personal de montaje.
“La salud mental no puede ser un privilegio”, declaró en un comunicado, donde explicó que el ritmo de las giras puede ser emocionalmente agotador para todos, no solo para quien está bajo los focos.

El gesto no fue aislado. En varias ciudades de Estados Unidos y Europa organizó encuentros con asociaciones locales que trabajan con adolescentes en situación de vulnerabilidad emocional. Desde la experiencia personal, ha hablado abiertamente de su ansiedad, de las terapias que ha realizado y del papel que juega la escritura en su bienestar.

La cantante y compositora estadounidense Olivia Rodrigo durante el concierto que ofreció en el festival MAD COOL de Madrid el pasado 12 de julio. EFE/ Fernando Villar

 

La reina del pop confesional.

Si algo define a Olivia Rodrigo es su estilo sin metáforas rebuscadas ni artificios. En sus letras, las emociones no se camuflan: celos, culpa, tristeza, frustración, ternura. Canciones como “Vampire” o “Lacy” convierten lo personal en colectivo, y en cada álbum se percibe una madurez narrativa que evoluciona con su edad.

La crítica ha comparado su forma de escribir con la de cantautoras como Fiona Apple o Joni Mitchell, aunque con una sensibilidad marcada por la era digital. Rodrigo ha confesado en más de una ocasión que escribe en notas de voz, graba borradores en casa y prefiere la espontaneidad a la perfección técnica.

Estética coherente con su música.

La identidad visual de Olivia Rodrigo es tan cuidada como su repertorio. Su estilo mezcla el grunge de los noventa con el romanticismo adolescente, las camisetas de segunda mano con los corsés de encaje, el morado con el negro.

Ha colaborado con marcas como Glossier y Praying, pero mantiene un perfil alejado del protagonismo comercial. Su presencia en redes sociales es intermitente, con publicaciones que alternan fotos personales, poemas manuscritos y referencias culturales.

Sus canciones tratan de temas como amor, celos o frustración. EFE/EPA/ANDY RAIN

Un directo sin artificios que emociona.

Durante la gira de “Guts”, que ha recorrido más de 100 ciudades en cinco continentes, y sin necesidad de una producción espectacular, sus directos funcionan como una ceremonia emocional. La artista aparece sola en el escenario con su banda, luces tenues y un repertorio que habla de ansiedad, deseo, frustración y libertad.

En su actuación en Madrid, uno de los momentos más comentados fue su interpretación de “Teenage Dream”, donde la artista se dirigió al público entre lágrimas para agradecer “haber crecido juntos”. Lejos de parecer impostado, su discurso emocionó a una multitud que conectó con su fragilidad.

En julio, la artista cerró el Mad Cool Festival ante más de 50 000 personas entre las que se encontraban celebridades como la cantante Vicco o los actores como Belén Rueda y Miguel Bernardeau, inmersos en el festival que contó con zonas de Ouigo para ver los escenarios hasta las hamburguesas más virales del influyente Telmo Trenado, ‘Hype’.

En los últimos meses, Rodrigo ha convertido sus conciertos en espacios de encuentro entre generaciones musicales. Ha compartido escenario con artistas como Alanis Morissette, Lily Allen o David Byrne.

Su capacidad para reunir referentes distintos en un mismo concierto es una muestra de madurez artística y de respeto por quienes la precedieron. The Times la describió recientemente como “una anfitriona musical con vocación de archivo emocional”.
Tras finalizar el “Guts Tour”, Olivia Rodrigo ha anunciado una pausa creativa para trabajar en su tercer álbum, sin fechas previstas ni adelantos confirmados. Su entorno ha dejado entrever que las nuevas composiciones exploran una sonoridad más acústica, con una narrativa centrada en la entrada a la adultez.
MARÍA MUÑOZ RIVERA.
EFE REPORTAJES

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