
Hay factores de riesgo de alzhéimer, como la edad o la genética, sobre los que nada se puede hacer. Pero otros muchos, relacionados con el estilo de vida, como el tabaquismo, el colesterol alto o la inactividad física, sí se pueden modificar.
El alzhéimer destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar y, con el tiempo, la habilidad para llevar a cabo incluso las tareas más sencillas. Quienes padecen alzhéimer también experimentan cambios en la conducta y en la personalidad, explican desde el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de Estados Unidos (NIA, por sus siglas en inglés).
Los especialistas de la Fundación Pasqual Maragall recuerdan que, aunque la enfermedad de Alzheimer fue identificada y descrita hace más de un siglo, todavía se desconocen las causas que la originan. “En realidad, cada vez se tiene más certeza de que no es atribuible a una única causa, pues los avances en la investigación apuntan a múltiples factores de riesgo que, en mayor o menor medida, pueden incidir en el desarrollo de esta enfermedad”, manifiestan.
Aunque la enfermedad de Alzheimer no es la única forma de demencia, sí es la más común. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), representa entre el 60% y el 70% de los casos.
La edad es el principal factor de riesgo de demencia, pues a medida que se cumplen años, se va incrementando el riesgo de padecerla, sobre todo, a partir de los 65. Sin embargo, muchas personas conservan sus capacidades cognitivas hasta edades muy avanzadas. Es decir, la demencia no es una consecuencia inevitable del envejecimiento.

La genética es otro factor de riesgo que no se puede evitar. No obstante, los expertos de la Fundación Pasqual Maragall destacan que el alzhéimer no es una enfermedad hereditaria. “Sólo en un porcentaje muy pequeño de los casos, alrededor del 1%, puede atribuirse su causa, de forma inequívoca, directamente a la genética. En el 99% restante de los casos, ciertos genes pueden conferir una mayor vulnerabilidad para desarrollar la enfermedad, pero, en sí mismos, no son determinantes”, exponen.
No obstante, hay una larga lista de factores de riesgo de demencia sobre los que sí se puede actuar. En este sentido, la Comisión Lancet, un grupo de especialistas organizado por la revista médica The Lancet, ha identificado un total de 14 factores de riesgo de demencia que son modificables.
Uno de estos factores es el bajo nivel educativo. Según explican los especialistas del Hospital Clínic de Barcelona, “las personas con más estudios, especialmente en las primeras etapas de la vida, tienen un 5% menos de riesgo de demencia gracias a la estimulación cognitiva”. Este es el único factor de riesgo sobre el que se puede actuar en la niñez y en la adolescencia.
La depresión es otro factor de riesgo a tener en cuenta. Los neurólogos del Hospital Clínic señalan que la relación entre depresión y demencia es bidireccional, pues puede ser tanto una causa como una consecuencia del deterioro cognitivo. “Aumenta un 3% las probabilidades de desarrollar demencia. Se cree que la depresión puede influir al reducir el autocuidado y el contacto social o mediante mecanismos biológicos como la inflamación y el estrés en el cerebro”, detallan.
Por otro lado, los golpes en la cabeza, independientemente de su causa, aumentan un 3% el riesgo de demencia. “Los deportes de contacto están asociados con un mayor riesgo. Se recomienda usar protección y limitar los impactos repetitivos”, apuntan.

El tabaquismo también incrementa el riesgo de padecer demencia. “Existen estudios epidemiológicos que indican que las personas fumadoras pueden llegar a tener hasta un 50% más de probabilidades de desarrollar demencia en comparación con quienes no fuman. Este riesgo aumenta con la cantidad de cigarrillos fumados y con la duración del hábito tabáquico”, subrayan los especialistas de la Fundación Pasquall Maragall.
Asimismo, la falta de ejercicio físico se vincula con un 2% de aumento del riesgo de demencia. Los facultativos del Hospital Clínic indican que la actividad física mejora el flujo sanguíneo y reduce la inflamación, lo que protege al cerebro.
La diabetes también eleva un 2% el riesgo de demencia, sobre todo, si no se controla adecuadamente. “Los mecanismos incluyen problemas vasculares y resistencia a la insulina, que incrementan la toxicidad de las proteínas beta-amiloide en el cerebro”, manifiestan.
En el cerebro de las personas con alzhéimer hay niveles anormales de proteína beta-amiloide, que se acumula entre las neuronas y forma placas que interrumpen las funciones neuronales y contribuyen al deterioro cognitivo.
Por otro lado, es necesario vigilar la presión arterial. Los especialistas del Hospital Clínic indican que la hipertensión a partir de los 40 años incrementa un 2% el riesgo de demencia. “Mantener una presión arterial por debajo de 130 mmHg puede ser beneficioso”, expresan.
La obesidad es, asimismo, algo a tener en cuenta. “El exceso de grasa corporal está estrechamente relacionado con otros factores de riesgo como inactividad, diabetes e hipertensión. Incluso una pérdida de peso moderada puede mejorar la cognición en el corto plazo, según algunos estudios”, señalan.
El consumo excesivo de alcohol también está relacionado con el desarrollo de demencia. Se estima que tomar más de 21 unidades de bebida estándar a la semana incrementa un 1% el riesgo de demencia. La unidad de bebida estándar es una manera de medir el contenido de alcohol puro de una bebida. Una unidad equivale a aproximadamente media pinta de cerveza o una copa de vino. Además, los especialistas del Hospital Clínic indican que los episodios de pérdida de conciencia inducidos por el alcohol aumentan este riesgo, incluso entre consumidores moderados.
La contaminación ambiental se vincula, asimismo, con el riesgo de desarrollar demencia. En este sentido, un estudio liderado por investigadores del Barcelona Beta Brain Research Center, en colaboración con el Instituto de Salud Global de Barcelona e impulsado por la Fundación La Caixa muestra que la contaminación ambiental tiene un efecto negativo en el cerebro.
En concreto, los investigadores revelaron que las personas más expuestas al dióxido de nitrógeno (NO₂) y a partículas en suspensión del aire de menos de 10 μm de diámetro (PM10) presentan una mayor atrofia cerebral y un menor grosor cortical en áreas específicas del cerebro que se ven afectadas en la enfermedad de Alzheimer.
La soledad, por su parte, también incide en la aparición de demencia. “La falta de contacto social frecuente se asocia con un 5% más de riesgo de demencia. La interacción social favorece la reserva cognitiva, fomenta hábitos saludables y reduce el estrés y la inflamación”, detallan los facultativos del Hospital Clínic.
La pérdida auditiva puede contribuir al aislamiento social y es, en sí misma, un factor de riesgo de demencia. “Por cada disminución de 10 decibelios en la capacidad auditiva, el riesgo de demencia aumenta. Tratarla, por ejemplo, usando audífonos, puede reducir este riesgo”, apuntan.
En su último informe, la Comisión Lancet ha añadido dos nuevos factores de riesgo de demencia que se pueden modificar: los problemas visuales no tratados y el colesterol LDL elevado.
En este sentido, los especialistas del Hospital Clínic indican que el 12,6% de la población mundial tiene dificultades visuales, un factor que contribuye al 2% de los casos de demencia. “Entre las causas de alteraciones visuales, las cataratas y la retinopatía diabética están vinculadas a un mayor riesgo”, añaden.
Por otro lado, los últimos estudios señalan que un nivel alto de colesterol LDL, el que se conoce coloquialmente como “colesterol malo”, sobre todo en la mediana edad, contribuye al 7% de los casos de demencia. “Este exceso se asocia con ictus y con la acumulación las proteínas beta-amiloide y tau, relacionadas con el alzhéimer. Las estatinas, medicamentos para reducir el colesterol, pueden ayudar a disminuir el riesgo”, subrayan los facultativos del Hospital Clínic.
“Casi uno de cada dos casos de alzhéimer es atribuible a factores modificables relacionados con el estilo de vida y los factores de riesgo vascular. Porque a pesar de que la edad es el principal factor de riesgo para desarrollar la enfermedad de Alzheimer, esta enfermedad y sus síntomas no forman parte del envejecimiento normal del cerebro. Si cuidamos a lo largo de la vida nuestra salud cerebral, podríamos reducir enormemente el riesgo de padecer alzhéimer en un futuro”, destaca Raquel Sánchez del Valle, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Purificación León EFE-REPORTAJES
EFE